No sé si al día de hoy se hable sefardí en alguna parte del mundo. En cambio, no es de importancia. En "Dibaxu" (Colección Visor de Poesía, 1994) sin embargo, se utiliza una lengua hablada en la España del siglo xv para hacerla dialogar con las obsesiones de este autor genial que es Juan Gelman (Buenos Aires, 1930).
Como en casi toda su obra, aparecen ligados, casi inseparables, los temas del amor y el exilio; temas, sin embargo, que son para Gelman pan diario, cotidianeidad, "Salarios del impío".
¿Pero qué caso tiene decir algo en una lengua diferente a la que se habla, diferente a aquella en que se piensa? Recuerdo a Huidobro, con su retador "el poeta no puede escribir en la lengua materna". Ergo, ha de inventarse una propia. Pero en "Dibaxu" no se está inventando el sefardí para el siglo xx; acaso, si aceptamos ir por tanteos en esta musicalidad, lo que se inventa es el mundo desde recursos otros.
En el entendido de que Gelman es un poeta que está hablando desde el exilio (político tanto que exiliado por la dictadura argentina, pero también metafórico tanto que poeta), nada más natural que hacer uso de una lengua extinta: hablada por los judíos antes de la invasión mora, Gelman, descendiente de judíos y hermanado a la vez con todos los que alguna vez han sido perseguidos, logra proponer una serie de poemas que rescatan la música del sefardí, tan simple, tan clara, como un español de agua, donde lo más grave se dice cantando,
ista yuvia di vos
dexa cayer pidazus di tiempu/
pidazus d'infinitu/
pidazus di nus mesmos/
como cantando se aborda la felicidad, y asombran estos versos de un hombre que algo sabe del terrible mundo:
mirandu il manzanu
vidi mi amor/
crese/
no dize por quí/
Palabra exiliada, palabra de polvo, mas polvo enamorado, Gelman, rescata a la vez que reinventa un modo (de modus, anterior) del español "actual", logrando una capacidad expresiva que sorprende por sus economía de recursos y enorme saldo de expresividad; deja en claro la revisión de una poética, diríamos, de lo mínimo, que bien mirado, sería un rasgo de su obra en general, diferenciada en este libro por asumir una voluntad de pureza, de claridad, como la que dejan ciertos villancicos y canciones pastoriles, odas a la vida retirada, en la tradición de las Églogas de Virgilio; enfatizo: sorprende de este hombre que sabe algo del terrible mundo tal capacidad de hablar de lo amado desde una especie de memoria colectiva, que lo hermana con poetas lejanos en el tiempo.
Como noche caída bajo tierra de extranjeros, Gelman se auto-exilia de su lengua materna para contarnos como ve el mundo un hombre desde el revés del habla, donde cabe todavía alguna esperanza, donde el mundo guarde su tal vez dolor, pero en notas diferentes.